martes, marzo 22, 2005

Bajar de la nubes, subir a las nubes

Hoy le dije, finalmente, que se bajara de las nubes. Creo que a todos nos ha ocurrido eso de tener una frase preparada para alguien y aguardar, aguardar y aguardar hasta que el momento sea el preciso, la ocasión perfecta y ¡Zas! lanzar las palabras perfectas con una intensidad que es proporcional al tiempo que pasó desde la primera vez que habíamos deseado decirlas.

No importa mucho a quién se lo dije. Lo que quiero dejar plasmado aquí es esa deliciosa sensación de haber explotado. El ritmo del corazón se aceleró. Me di tiempo y espacio para observarme. Me gustó la escena. No estaba descontrolado, pero tuve que reconocer que a pesar de los progresos espirituales hubo cierto sabor dulce a venganza. Que delicioso momento.

Él tenía ganas de pegarme. Se le notaba en sus ojos. Fue la primera vez que me di permiso para ser conciente y observar un rostro con rabia, con odio por mí, por mi existencia. Fue la primera vez que vi de veras alguien que deseaba mi muerte (aunque fuera en fracciones de segundo).

Me sentí animal, pero me sentí humano, muy humano. Mis palabras fueron exactas y aunque obviamente le hicieron daño, para mí tuvieron un efecto sanador.

Lo recomiendo. Recomiendo de vez en cuando soltar la frasecita justa en el momento justo. Recomiendo ir en contra de las leyes del universo. Solo una vez, aunque sea. Se siente algo parecido a haber organizado el caos, a haber hecho justicia, a haber subido a las nubes.