martes, enero 02, 2007

Migración, leyes, putas, sentido común... y sentimientos

Desde mis tiempos de estudiante de Derecho en el Externado de Colombia, me inquietaba que "el espíritu de la ley" fuera capaz de interpretar, lo más cerca posible, lo que sucedía dentro de la mente de los destinatarios. Mejor dicho, a esas tempranas edades yo resulté más preocupado por saber qué sucedía en la psique del delincuente que en las consecuencias legales de sus actos o en los trucos que podrían usar los abogados para demostrar inculpabilidades o excarcelaciones.

Sin que me haya tomado el trabajo de comprobarlo, decidí que, en efecto, la ley hace un gran esfuerzo por tomar en cuenta los diferentes caracteres, sentimientos y caprichos de los ciudadanos... pero irremediablemente se queda corta.

¿Por qué estoy hablando hoy de este tema tan ridículo? Bueno, voy a contarlo y prometo que trataré de ser lo menos dramático posible.

Para que usted se "enganche" con esta historia y trate de leerla completamente, le digo que hoy, 02 de enero, una puta colombiana que llegue a Panamá en el vuelo de las 7 pm (o mañana tempranito, eso no hace diferencia) tiene más opciones de vivir legalmente en este país que yo.
La puta se duchará y se perfumará para luego ir a Via Venetto o a uno de los casinos de moda a contactar sus primeros clientes y, en pocos días, podrá vivir como una reina, mandará giros a su familia por la oficina de Western Union (por si acaso, hay una en la misma Via Venetto).
Esta sufrida niña, no le tendrá miedo a la policía por dos motivos: el primero, porque a pesar de tener cara de puta, caminar como puta, vestirse como puta y cobrar como puta, "nadie" se dará cuenta de que es puta. El segundo, portará en medio de sus tetas un cartoncito en el que consta que es turista y que puede transitar libremente, por tres meses, dentro del territorio de este caluroso país. Vencido el plazo, la damita aprovechará para viajar una semanita a dar un saludito a su familia en Colombia, llevarles regalitos, encontrarse con sus parceras (y hablarles de las maravillas de Panamá y de las oportunidades que ofrece el istmo) y luego volverá de nuevo (en el vuelo de las 7 pm o al otro día tempranito)con las baterias recargadas y muchas ganas de trabajar.

Hace seis años y medio llegué a Panamá (en el vuelo de las 7 pm). Desde el primer día, había estado dentro de la legalidad en lo que a materia de migración se refiere (y, pues, obvio que en otras materias también he hecho lo mejor posible).

Obtuve oportunamente permisos de trabajo, renovaciones de los mismos, visas de regreso múltiple, licencias de tránsito, etc.)

Desde hace unos meses, opté por probar suerte con el camino de pequeño empresario. Hoy en día, un par de familias panameñas comen y se visten del negocio que manejo. Pago impuestos (no es mucho, pero eso tranquiliza la conciencia), compro en el supermercado, en la farmacia, echo gasolina, aguanto sol, aguanto lluvia, tengo unos cuantos amigos, voy al cine, duermo, leo, cago, canto, hablo por teléfono, compro lotería, vendo pescado frito, paella y hamburguesas... pero .... pero....

Soy ilegal!!!

¿Y por qué? Bueno, pues entonces comencemos con la ronda de respuestas y preguntas: porque no soy ni puta ni empleado. Si fuera contratado por cualquier compañía, desempeñando cualquier puesto y con un salario igual o mayor de USD 500.oo tendría, incluso, derecho a cédula panameña.

¿Y por qué no me autocontrato en mi compañía? Buena pregunta, pero ridícula respuesta: porque para hacerlo debo contratar primero a diez panameños y demostrar estabilidad de los mismos por tres meses. Después de ello, podría contratarme pero sólo por un año.

¿Y si soy empresario? Bueno, pues lo soy pero no dispongo de un capital invertido de USD 150 mil

¿Y entonces? Bueno, pues... Ya que no soy puta, ni empleado, ni puedo salir a la calle para no ser metido al calabozo y deportado, me quedo en casa escribiendo un blog mientras se me ocurre algo.