viernes, septiembre 29, 2006

Supercalifragilisticoespialidoso

Por segunda vez, “I”, mi recordada novia de la infancia se casa. En esta oportunidad ella e “I” firmarán ante notario público en Bogotá y luego partirán hacia “su casa”.

Ahora, muchos años después (unos 28), todavía recuerdo el 35-53-76, número de teléfono de su apartamento al que llamaba cuando no se usaba el “2” adelante ni había identificadores de llamadas.

Yo no hablaba. Era un curioso y enfermizo placer escuchar a su madre diciendo “hola” en su delicioso acento argentino o, en otras ocasiones, el tono regañón de mi suegro potencial que invitaba al “mudo” a buscar oficio.
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Hace unos minutos, la encontré en el chat y como respuesta a una de sus preguntas premaritales le dije algo que también debo tomar para mí:

“Por lo general, olvidamos que nuestras vidas también se componen de un delicioso paquetito en el que están guardados todos esos “pudo ser”, esas opciones que descartamos”.

Agrego ahora que ese paquete no debe ser un equipaje pesado que se tenga que arrastrar, sino un amuleto “MUDO” para guardar en el bolsillo o en la mesa de noche para que nos ayude a conquistar nuestros sueños.

Mi querida chiquilla: Sabes que odio ser cursi pero tengo que decirte de alguna manera que en mis oraciones incluyo mis mejores deseos por tu felicidad. Espero que la unión de las dos “I” resulten siendo dos columnas de fuerza para edificar el hogar que has querido durante tanto tiempo.

Queda pendiente el café que no nos hemos tomado y espero descubrir, antes de que se presente la oportunidad, la razón por la cual yo guardaba silencio cuando llamaba por teléfono a tu casa.

En todo caso, la opción de hablarte, por aquellos días, quedó guardada en el paquetito de los “pudo ser” que todavía conservo. También está en él la cancioncilla de Mary Popins que cantabas, jugando con mi hermana, mientras yo permanecía “mudo”.

¿La recuerdas? Una pista: Supercalifragilisticoespialidoso.....

jueves, septiembre 21, 2006

Bienvenida con Miniestra

Cuando me gané los primeros dolaritos en Panamá, desocupé el cuarto prestado de la casa de mi hermana y renté un apartaestudio por 450 dólarotes mensuales. Allí apareció uno de los personajes más importantes de mi vida durante estos seis años: Enelda, mi empleada doméstica. Si, se llama Enelda, quizás en honor al eneldo, es panameña y todavía, a estas alturas, no le he preguntado su apellido.
Déjeme algo para la comida, algo bien, bien rico. Me dijo que me haría un arroz con guandú, una miniestra y un pollito al horno. Decidí ir a trabajar sin preguntar qué eran guandú y miniestra. En la tarde, soñaba con la delicia culinaria que mi nueva asistente dejaría lista para calentar en el microondas y asumí que miniestra era algo así como una deliciosa sopa de minestrone, al mejor estilo panameño.

Eran las 8:00 p.m. Tomé el taxi que desde Calidonia debía llevarme por no más de un dólar hasta Punta Paitilla. Se me ocurrió que mi suerte en este país estaba echada y las cabañuelas dependían de la cena preparada por Eneldita.

Al llegar el Edificio Ipanema, busqué mi nueva llave en el bolsillo. Al tocarla, recordé un párrafo de Truman Capote en Desayuno en Tifanys en el que describe ese neurótico y depresivo placer que produce sentir en el bolsillo el amuleto mágico con dientes de metal que te recuerda que ya hay un espacio propio, con lápices afilados, para escribir la gran novela de tu vida.

Abrí la puerta del 1-D y sentí el olor a Mistolín Lavanda, pariente cercano del Cresopinol, el Sampic y el Ajax líquido. ¡Cómo no iba a sentirlo sin Enelda gastó más de media botella en la primera trapeada! Busqué con el olfato el aroma de la sopa milagrosa. Encendí un marlborito y destapé la olla mágica. En el interior, un masacote de lentejas con aspecto de engrudo me daba las buenas noches. En la otra olla, había arroz blanco con otras lentejitas más grandes. Tal vez Enelda cambió de parecer.

Dos días mas tarde entendí que Minestra no era parienta de la minestrone.

Pronto

Ya vuelvo, estoy preparando algo bueno... en serio.