lunes, abril 18, 2005

¿Cardenal Chamah Furman?

Comencemos por recordar a mis estimados lectores que estoy desempleado desde hace casi un mes, desde el día que se supo que Juan Pablo II estaba grave.

El ocio tiene sus curiosidades. No me perdí ni un solo instante de la "transmisión en vivo y en directo de la muerte de Su Santidad".

Aprendí mucho de José Levy, el corresponsal del canal CNN en español. Interesante cosa: dos periodistas judíos, uno como emisor en El Vaticano y el otro como receptor en Panamá. Ninguno de los dos se quería perder detalle, ninguno de los dos cree en Jesús como mesías...

Pero el cuento de hoy es otro. Dicen que el ocio es el padre de todos los vicios. Hoy me dieron ganas de ser cardenal: Me muerdo los codos de la envidia por quienes están encerrados decidiendo el nombre del nuevo Pontífice. Quisiera estar adentro y tener los chismes de primera mano. No importa que para ello deba tener más de sesenta años.

Me encantaría observar las tendencias, la sutilidad en la que los tenues representantes del Opus Dei y la francmasonería luchan por vencer.

¡El futuro del catolicismo está en sus manos y lo único que yo tengo en las mías es el control del televisor!

(Pero no todo es farándula)

Me gustaría ser cardenal para estar obligado a orar y a vestir impecablemente. Para ver los frescos de Miguel Angel. Para tener apagado el celular y no estar conectado a Internet. Para comer delicioso y para hablar italiano.

Al fin y al cabo, me gusta que en la vida tengamos rituales, solemnidades y secretos. Me gusta ver el humo blanco, aunque sea del Marlboro hecho en Guatemala.

Ya les contaré cuando consiga un buen empleo en el que pueda tener celular, usar la computadora, comer rico y, sobre todo, hablar mierda y fumar.

Cambiar la órbita

Leí en El Tiempo, en la sección de humor, una noticia muy simpática segun la cual algunos científicos pretenden cambiar la orbita de la tierra alrededor del sol para evitar los desastres del calentamiento del globo. Para ello, están citando a 600 millones de personas para que salten al mismo tiempo el 20 de julio de 2006 a las 6:39 hora de Bogotá.
Ya que mi desocupación de estos días lo permite, comencé a investigar el tema puesto que no me parece tan descabellado. Y, al final, decidí inscribirme en la lista de los "saltadores".
Un día antes, recibiré un correo electrónico en el que se me recordará que debo madrugar. No importa que sea jueves y que se celebre la Independencia de Colombia.
Hasta el momento ya estamos inscritos 112 millones de personas. Si ustedes quieren hacer parte de este acontecimiento, es decir, si quieren madrugar ese día y saltar, deben ajustar sus relojes e inscribirse en el listado. Nada se pierde.
Les entrego a continuación la dirección para que se conviertan en saltadores:
Nos vemos.

martes, abril 12, 2005

La sexta tecla

El domingo pasado invertí (o quizás gasté) veinte dólares en un aparatito muy singular. Se trata de una especie de radio o grabadora para poner el la mesa de noche y que ayuda "supuestamente" a conciliar el sueño.
El artefacto de la prestigiosa marca Homedics tiene varios controles: el de volúmen, el de programación de tiempo (una hora, media, quince minutos, permanente...) y seis botones para sonidos diferentes que el paciente elige según sus gustos. Uno es de las olas del mar, otro de una noche de verano (un grillo cantando a la vida), otro más de la lluvia, hay un riachuelo en una montaña, uno más que no recuerdo ahora y el que quiero mencionar en estas líneas, el de la sexta tecla, que merece incluso una tesis de grado...

Atención, prepárense para leerlo: ¡El sonido de los latidos del corazón de mamá!

Para quienes hemos estudiado con cuidado al pobre S. Freud o para quienes hemos estado echados en un diván de psicoanálisis no hay otra opción que comprar el dichoso aparato. ¡Esa tecla hay que probarla, definitivamente! ¡Que genialidad! ¡Que acierto! Funcione o no funcione, esa ocurrencia es impresionante.
Para que ustedes no salgan despavoridos a buscar el Envirascape -como se llama el dichoso juguete- les cuento que es algo muy simple: una grabación sin fin que se repite hasta que el control de tiempo asume que el candidato se ha quedado dormido con los arrullos.
Cuando era niño, tuve una ocurrencia. Mejor dicho, en esos momentos se trataba del invento del siglo: un aparato del que salían unos cables que se conectaba a la cabeza y que reprodicían los sonidos del cuerpo de la madre para que uno se sintiera dentro de la deliciosa protección de su vientre. Por esos tiempos pensé en volverme millonario con el invento. Simplemente debía esperar a ser grande para patentarlo y fabricarlo. (Sobran los comentarios).
La cuestión, sin embargo, no se queda aquí. El invento de ese niño del barrio los Laureles de medellín tenía una aplicación adicional: se trataba de una especie de reproductor en el que se ponía un casette con una película de cine (que quizás se alquilaba en un local comercial) de tal suerte que simplemente el sujeto elegia sus sueños. ¿No es maravilloso? Pues atención a lo siguiente: Leí ayer en el periódico que la firma Sony acaba de patentar un artefacto que emite impulsos eléctricos al cerebro (sin ser invasivo) con el que se aplican imágenes virtuales para que los humanos "disfrutemos" mientras dormimos o hacemos la siesta. Lo más interesante del cuento es que -OJO CON ESTO- la compañía aclara que la patente es para asegurar el crédito de la invención solamente puesto que el aparato como tal no ha sido fabricado. Requiere de algunos años para su desarrollo pero Sony está convencida de que algún día lo logrará.
Así es, mis queridos lectores. Por ponerme a andar en otros cuentos y trabajar en otras cosas, se me adelantaron. Y para más muestras, más botones:
Hace seis años se me ocurrió otra idea millonaria: un rollo de papel higiénico especial para niños. Simplemente sería más pequeño y menos ancho... Adivina adivinador: Lo están vendiendo en los supermercados pero la particularidad es que los millones de dólares no van para la cuenta del banco de Mr. Chamah sino de Mr. Scott.
Ahora, permítanme desahogarme con lo siguiente: tengo en mente dos inventos (quizás más). Mejor dicho, tengo trabajo para rato. Busco socios capitalistas... je, je.
Y me despido por hoy haciendo una aclaración. Una porción de mis veinte dolaritos ya reposan en la cuenta bancaria de los dueños de Homedics. Sin embargo, permítanme decirles que son cerca de las 5:00 am, estoy desvelado y aquí estoy fumando como una puta en estación de policía.
En mi mesa de noche hay algo que no combina con la decoración. Un aparato redondo con seis teclas que servirá para que mis visitas pregunten "¿Qué es eso?".
Oferta: Vendo Envirascape como nuevo. Precio de remate 10.00 USD. Teléfono 2153235, Panamá.

jueves, abril 07, 2005

Llueve, por fin

Así como Cortázar habla de Cronopios y de Famas, los orientales distinguen entre Ying y Yang, o los ingenuos hablamos del bien y del mal para polarizar la vida, para comprenderla, para sobrevivirla, yo distingo entre quienes aman la lluvia y quienes aman el sol. Por supuesto, no soy tan ridículo como para insinuar que el sol es lo contrario a la lluvia. Quede claro que se trata simplemente de una caprichosa clasificación entre quienes preferimos que el día sea nublado (y en lo posible frío) y quienes se le apuntan a los días soleados en los que provoca playa o piscina.
Recuerdo en mis tiempos de estudiante de Derecho a mi compañero del Externado de Colombia Carlos Jáuregui quien bien decía: Prefiero las mañanas frías y grises de gabardinas oscuras a los días de sol en los que los costeños se visten de camisas de flores.
Yo también amaba las mañanas grises y lluviosas de Bogotá. Me encantaban las clases de 7:00 am para las que había que despertar a las 5:30 y viajar por la Circunvalar, mojada y peligrosa, mientras en la radio escuchaba a Julio Sánchez Cristo. Adquirí la destreza necesaria para fumar Marlboro americano y tomar café en el carro sin perder ni el volante ni la palanca de cambios, ni las ganas de ir a la U.
Eran tiempos en los que paradógicamente mi futuro era mas cierto. Sería un brillante abogado penalista con un discurso delicioso, conmovedor y persuasivo.
Hoy llueve a nivel del mar, sobre una ciudad que por lógica simple debería ser soleada eternamente. Llueve por ocho o nueve meses para mojar las calles y armar tremendas congestiones de tránsito. Llueve, pero el café no es igual, el Marlboro es hecho en Guatemala y de ser ese penalista implacable ahora soy un pequeño vago frente al computador (la perra a mis pies) que se pregunta qué pasó.
Hay algo claro. Tengo mi posición. Prefiero los días grises de vagos sin bañarse y sin camisa frente al computador a los días soleados de aire acondicionado dentro de un local comercial en el que han inslatado cámaras por todos los rincones para vigilar mis pasos. Cuando llueve, los clientes se pierden y las ventas bajan. Pero tambien se pierde la señal de las cámaras y no llega hasta la oficina de los jefes.
Hace daño la lluvia.
Llueve, por fin, llueve.

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miércoles, abril 06, 2005

Atiendo a los reclamos de mi reducido pero muy significativo grupo de lectores. Admito que hace días no encuentro nada interesante para escribir. Obviamente no quiero dedicarme a hablar del Papa aunque, admito, me he interesado mucho en el tema. Sobre todo, me llama la atención la solemnidad y el simbolismo.
Estos días han sido de mucha reflexión (no estoy hablando de la muerte del pontífice sino de mi vacancia laboral). He pensado en todas las opciones que tengo para decidirme por una o por un grupo de ellas. Le escribí una carta a uno de mis maestros espirituales en la que le comento que de un tiempo para acá dejé de "necesitar" cosas y es por eso que no siento ninguna atracción realmente fuerte para alguna actividad. Por supuesto, tengo mis preferencias y áreas favoritas pero sencillamente no hay una total claridad sobre mi vocación.
Desde que dejé de vivir en el mundo de la fantasía, no me acostumbro todavía a la realidad. Yo podría situarme bien en cualquier lugar y en cualquier actividad (de hecho, casi todo en la vida me parece interesante) pero aunque eso sea un progreso, ahora se me convierte en un problema.... pues no se a qué dedicarme.
Acabo de releer los ultimos renglones y parecen un poco depresivos. Esa no era la idea. Bueno, tampoco sé cuál era la idea. Al fin y al cabo todo y nada me llama la atención.