El domingo pasado invertí (o quizás gasté) veinte dólares en un aparatito muy singular. Se trata de una especie de radio o grabadora para poner el la mesa de noche y que ayuda "supuestamente" a conciliar el sueño.
El artefacto de la prestigiosa marca Homedics tiene varios controles: el de volúmen, el de programación de tiempo (una hora, media, quince minutos, permanente...) y seis botones para sonidos diferentes que el paciente elige según sus gustos. Uno es de las olas del mar, otro de una noche de verano (un grillo cantando a la vida), otro más de la lluvia, hay un riachuelo en una montaña, uno más que no recuerdo ahora y el que quiero mencionar en estas líneas, el de la sexta tecla, que merece incluso una tesis de grado...
Atención, prepárense para leerlo: ¡El sonido de los latidos del corazón de mamá!
Para quienes hemos estudiado con cuidado al pobre S. Freud o para quienes hemos estado echados en un diván de psicoanálisis no hay otra opción que comprar el dichoso aparato. ¡Esa tecla hay que probarla, definitivamente! ¡Que genialidad! ¡Que acierto! Funcione o no funcione, esa ocurrencia es impresionante.
Para que ustedes no salgan despavoridos a buscar el Envirascape -como se llama el dichoso juguete- les cuento que es algo muy simple: una grabación sin fin que se repite hasta que el control de tiempo asume que el candidato se ha quedado dormido con los arrullos.
Cuando era niño, tuve una ocurrencia. Mejor dicho, en esos momentos se trataba del invento del siglo: un aparato del que salían unos cables que se conectaba a la cabeza y que reprodicían los sonidos del cuerpo de la madre para que uno se sintiera dentro de la deliciosa protección de su vientre. Por esos tiempos pensé en volverme millonario con el invento. Simplemente debía esperar a ser grande para patentarlo y fabricarlo. (Sobran los comentarios).
La cuestión, sin embargo, no se queda aquí. El invento de ese niño del barrio los Laureles de medellín tenía una aplicación adicional: se trataba de una especie de reproductor en el que se ponía un casette con una película de cine (que quizás se alquilaba en un local comercial) de tal suerte que simplemente el sujeto elegia sus sueños. ¿No es maravilloso? Pues atención a lo siguiente: Leí ayer en el periódico que la firma Sony acaba de patentar un artefacto que emite impulsos eléctricos al cerebro (sin ser invasivo) con el que se aplican imágenes virtuales para que los humanos "disfrutemos" mientras dormimos o hacemos la siesta. Lo más interesante del cuento es que -OJO CON ESTO- la compañía aclara que la patente es para asegurar el crédito de la invención solamente puesto que el aparato como tal no ha sido fabricado. Requiere de algunos años para su desarrollo pero Sony está convencida de que algún día lo logrará.
Así es, mis queridos lectores. Por ponerme a andar en otros cuentos y trabajar en otras cosas, se me adelantaron. Y para más muestras, más botones:
Hace seis años se me ocurrió otra idea millonaria: un rollo de papel higiénico especial para niños. Simplemente sería más pequeño y menos ancho... Adivina adivinador: Lo están vendiendo en los supermercados pero la particularidad es que los millones de dólares no van para la cuenta del banco de Mr. Chamah sino de Mr. Scott.
Ahora, permítanme desahogarme con lo siguiente: tengo en mente dos inventos (quizás más). Mejor dicho, tengo trabajo para rato. Busco socios capitalistas... je, je.
Y me despido por hoy haciendo una aclaración. Una porción de mis veinte dolaritos ya reposan en la cuenta bancaria de los dueños de Homedics. Sin embargo, permítanme decirles que son cerca de las 5:00 am, estoy desvelado y aquí estoy fumando como una puta en estación de policía.
En mi mesa de noche hay algo que no combina con la decoración. Un aparato redondo con seis teclas que servirá para que mis visitas pregunten "¿Qué es eso?".
Oferta: Vendo Envirascape como nuevo. Precio de remate 10.00 USD. Teléfono 2153235, Panamá.